lunes, diciembre 21, 2009

Resucitar o coger

Se cuenta que el Emir de los creyentes, Harún al-Rasid, pasaba una noche entre dos esclavas: una medení y la otra kufí. La primera le acariciaba los pies y la segunda las manos. La mediní conseguía que la mercancía se levantase. La kufí le dijo: "Veo que quieres apropiarte, tu sola, del capital. Dame mi parte." La mediní contestó: "Malik, que lo sabía de Hisam b Urwa, que lo había oído referir a su padre y éste había conocido al Profeta, refiere: "Quien resucita una tierra muerta, la hace suya para sí y sus descendientes"."
La kufí dio un empujón a la mediní, lo cogió todo con sus manos y dijo: "Al-Amás, que lo sabe de Jaitama, que lo sabe de Abd Allah b. Masud, y éste del Profeta refiere: "La caza pertenece a quien la coge, y no a quien la levanta"."
Noche 387
Las Mil y Una Noches V. II
Traducción y notas de Juan Vernet
Editorial Planeta. Barcelona, 1965

jueves, diciembre 10, 2009

La página que me salvó la vida

Carmelita Montiel, una virgen de veinte años, acababa de bañarse con agua de azahares y estaba regando las hojas de romero en la cama de Pilar Ternera, cuando sonó el disparo. El coronel Aureliano José estaba destinado a conocer con ella la felicidad que le negó Amaranta, a tener siete hijos y a morirse de viejo en sus brazos, pero la bala de fusil que le entró por la espalda y le despedazó el pecho, estaba dirigida por una mala interpretación de las barajas.
El capitán Aquiles Ricardo, que era en realidad quien estaba destinado a morir esa noche, murió en efecto cuatro horas antes que Aureliano José. Apenas sonó el disparo fue derribado por dos balazos simultáneos, cuyo origen no se estableció nunca, y un grito multitudinario estremeció la noche.
-¡Viva el partido liberal! ¡Viva el coronel Aureliano Buendía!
A las doce, cuando Aureliano José acabó de desangrarse y Carmelita Montiel encontró en blanco los naipes de su porvenir, más de cuatrocientos hombres habían desfilado frente al teatro y habían descargado sus revólveres contra el cadáver abandonado del capitán Aquiles Ricardo. Se necesitó una patrulla para poner en una carretilla el cuerpo apelmazado de plomo, que se desbarataba como un pan ensopado.
Cien Años de Soledad
Gabriel García Márquez
Edición Conmemorativa
Real Academia Española
Asociación de Academias de la Lengua Española
2007