viernes, septiembre 21, 2012

Adiós a los gigantes, o fin del capítulo sexto

 Como en una sesión de dibujo, organizamos una escena por el gusto de verla escenificada, pero en vez de dibujar, hago fotos. Alguien salta en una azotea, y la secuencia de fotos de los saltos es como un stop-motion en el que una mujer dorada, sentada en una escoba también dorada, pasa volando junto a una persona de pie, de espaldas, que no llega a darse cuenta de lo que sucede.  En otra foto alguien levita horizontal al suelo. Todas las fotos presentan una extraña factura poética que me tiene entusiasmado.

Helga se encarga de la siguiente pose. Proyecta sobre una pared imágenes de una hamburguesa de Burger King. La imagen tiene ruido de VHS deteriorado, y eso se refleja también en las fotos. A mí me parece bien, lo encuentro muy pop, pero Andy Warhol, que está junto a mí, no demuestra mucho interés. Dice que se va, porque quiere terminar Ubik, de Philip K. Dick. Efectivamente, lleva el libro en la mano. Es amarillo.
Cuando se va, le comento a Helga que me fastidia que diga eso por pura pose: estoy seguro de que ya lo ha leído, porque estas cosas de la identidad confusa le van mucho.
Me despierto. Miro el reloj. Faltan sólo veinte minutos para la hora de levantarse. Vamos a apurarlos.
Llego a mi casa. Ella me está esperando con su abrigo rojo, y me besa en el recibidor.
Suena el despertador.
Ahora, sí, empieza un nuevo día.

jueves, septiembre 13, 2012

Gigantes o cabezudos

Hay más gente esperando, en la cabaña de madera en la que proporcionan bicicletas para llegar a la rave, pero nosotros hemos decidido quedarnos a dormir en el suelo de tablones, que es bastante confortable. Un tipo con mala pinta come cucarachas vivas, y se las deja asomando en la boca antes de tragarlas, para despertar nuestra repungnancia, pero no tarda en irse.
Paula ha llegado tarde, y la han dado la última bicicleta, que se supone que es eléctrica, aunque no consigue encenderla. Tiene una vasija de cerámica en el trasportín, donde se debería iniciar una combustión, y la ayudamos con unas cabezas de fósforo que echamos dentro. Entonces, por fin, la vasija se ilumina por dentro y empieza a hacer un ruido como el de una motocicleta, y se va con los demas, pedaleando por entre los pinos. Todo tiene un aire siniestro, pero ajeno a nosotros dos, que nos quedamos allí contentos de tener la cabaña sólo para nosotros.
Sujeto a un gigante por el cuello contra la pared y, aunque hace ademán de golpearme en el costado con los puños, no tengo miedo. Al mirar abajo, sorprendido por no notar el golpe, descubro que no puede golpearme porque no tiene brazos. En realidad, no tiene cuerpo, es sólo una cabeza. Comprendo que no le cogia por el cuello amenazadoramente, sino sólo para sostenerle.

Él decide quedarse en un bar irlandés, y no ir con los demás a Zaragoza. Un cliente de donde trabajo y yo nos reuniremos con ellos allí dentro de un par de días, porque estamos esperando a que se incorpore alguien. Es un día luminoso, y nos espera un viaje festivo y agradable, en el que nos vamos a juntar muchos para pasarlo bien, aunque no sé exactamente quiénes. Nos dedicaremos a los últimos preparativos en estos dos días.
Me despierto y es de día. Por un momento creo que me he dormido y llego tarde a trabajar, pero en el móvil veo que aún me quedan cuarenta minutos para levantarme. Fenomenal. Son mis cuarenta minutos favoritos del sueño. Los últimos: como un postre.

miércoles, septiembre 05, 2012

Por si todo es poco

Ejercicio: La próxima vez que tenga dificultades en decidir si llevar a cabo una idea "creativa", escriba un informe corto (de dos páginas) sobre las "expectativas catastróficas".
Detalle lo mejor posible lo que sucedería si todo le saliera mal. Al explicitar dicha información y enfrentarse a ella, cambia su capacidad analítica por su temor al fracaso. Un buen negocio.
James L. Adams
Guía y Juegos Para Superar Bloqueos Mentales
Editorial Gedisa
Barcelona 1986